jueves, 5 de diciembre de 2013

Opinión. Cambios en la Administración

Por Óscar Cortés, autor de “Líderes públicos en la nueva economía” y alumni de ESADE. Blog El país. 4.12.2013. Nos acercamos al segundo centenerario desde que Mariano José de Larra publicara su famoso manifiesto Vuelva usted mañana.

Casi doscientos años y unas cuantas reformas más tarde, los patrones sobre los que se ha venido sustentando el funcionamiento de la Administración pública han ganado en edad pero no por ello perdido vigor.

El viejo modelo, edificado sobre valores troncales como la objetividad, la independencia, el rigor o el respecto de la ley, ha proporcionado estabilidad, continuidad y garantías de las que los ciudadanos se han beneficiado durante décadas. Pero pasados los años el celo en el ejercicio del poder burocrático también ha dado lugar a derivas indeseadas para los tiempos que corren. La autosuficiencia, opacidad, el fanatismo por el control o la resistencia al cambio con la norma como excusa son ejemplos de ello.

Lo viejo hoy tiene que convivir con lo nuevo que emerge en el marco de un vertiginoso proceso de reconversión social, económica y política. Fenómenos que siendo todos ellos de enorme relevancia, carecen de la intensidad disruptiva que sí posee un cuarto vector de transformación: la tecnología.

La revolución tecnológica tiene efectos en ámbitos muy diversos, pero en lo que respecta a lo público tiene el valor supremo de ofrecer al ciudadano la posibilidad  de volver a situarse en el centro del escenario político-administrativo, facilitarle instrumentos para que actúe y contribuya en los procesos de decisión y creación de valor público.

AA.PP.Post-burocráticas
En este contexto asistimos a modelos de reforma cuyo objetivo primordial es el mantenimiento del viejo orden burocrático, con ligeros retoques que aumenten su eficiencia. No es suficiente: lo nuevo demanda iniciativas más rupturistas que conduzcan a una Administración post-burocrática capaz de conectar con un nuevo modelo de ciudadanía y sociedad.

Un cambio que ha de estar basado en una profunda renovación de los valores que sustentan lo público, alineada con los valores emergentes derivados de la crisis económica y la revolución tecnológica. Frente a la suficiencia burocrática, es preciso compartir y colaborar; frente a la rutina del procedimiento, debe primar la creatividad y la curiosidad; frente a la opacidad, se pide a gritos apertura; frente a la jerarquía y el mando, liderazgo en red; frente al conservadurismo, talento y emprendimiento interno.

En definitiva una Administración más abierta e innovadora, con músculo y capacidad, ágil y conectada. Una Administración de nueva generación. Una Administración para el siglo XXI.

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